“Nuestro repertorio de palabras y su amplitud son también herramientas básicas para adaptarnos a los estímulos que nos llegan desde el exterior de una forma rápida y efectiva. Cuanto menor es ese repertorio para su descripción, mayores posibilidades de que las reacciones y nuestras conductas no sean la adecuadas, hasta el punto de poder actuar de forma desmesurada ante acontecimientos menores. Cuanto más vocabulario utilizamos, más capacidad tenemos de graduar en intensidad lo que nos ocurre y colocar cada cosa en su lugar y perspectiva. No es lo mismo calificar un hecho como una desgracia que hacerlo como contratiempo, contrariedad u obstáculo. Dependiendo de la palabra que usemos, nuestra mente guardará esa experiencia de una forma u otra, reaccionará y la recordará de un modo determinado.”
Cita extraída del capítulo 13 “Sin palabras” del libro Insatisficción. Cómo necesidades ficticias crean insatisfacciones ficticias, publicado por la editorial Oberón del Grupo Anaya.